Pocos productos pueden presumir de doscientos años de historia y una lista de nombres ilustres como Luis Pasteur, Roux o Labarraque que le acompañen en su larga andadura. La lejía es, sino el único, uno de ellos.
Su historia se inicia en Francia en el siglo XVIII, cuando el Conde de Artois funda en Javel una fábrica en la que trabaja Berthollet. Este, inspirado por un elemento nuevo, el cloro, inicia sus experimentos basándose en la hipótesis de que esta sustancia podría tener el mismo efecto blanqueante que el oxigeno del aire.
Esta nueva solución acuosa de cloro se llamó Eau de Javel, en honor al pueblo donde había sido descubierta. En 1792, los directores de la fábrica de Javel, Alvan y Vallets, desarrollaron la lejía de hipoclorito potásico y en 1820 el farmacéutico Labarraque cambió el potasio por el sodio. Así nació la lejía moderna, cuya formula se ha mantenido hasta nuestros días.
Los químicos Halle y Guyton de Moreveau, al poco tiempo descubrieron sus propiedades desinfectantes. Pero su uso en este campo no se generalizó hasta finales del siglo XIX, cuando Luis Pasteur descubrió que las infecciones y la transmisión de enfermedades se deben a la existencia de microorganismos.
A partir del siglo XX, el empleo de hipocloritos en medicina, farmacia e higiene se extendió y generalizó por toda Europa.
La historia de la lejía en España esta inevitablemente asociada a la empresa Casamitjana Mensa que hoy pertenece a Henkel Ibérica.
Casamitjana Mensa nace en 1889, cuando Salvador Casamitjana decide crear una empresa familiar dedicada a comercializar un producto inédito hasta el momento: La lejía.
La extraordinaria acogida que este producto tuvo en los hogares españoles llevó a Casamitjana Mensa a comercializar el producto bajo el nombre de lejía Conejo-Estrella que acabaría convirtiéndose en la actual lejía Conejo.