Probablemente el mayor avance en salud pública para la humanidad haya sido la posibilidad de disponer de agua potable de forma generalizada y asequible. La lejía se utilizó por primera vez en 1897 para desinfectar el agua de bebida y combatir una epidemia de tifus en Maidstone, Kent (Reino Unido), y desde entonces, la cloración del agua ha jugado un papel insustituible en la extensión de la expectativa de vida desde los 45 años en 1900 hasta los 76 años en el siglo XXI. En la actualidad, el 98% del agua potable en Europa Occidental depende de la cloración, y permite que los europeos podamos beber sin riesgo cada día alrededor de 400 millones de vasos de agua. El uso de lejía sigue siendo aún en la actualidad el método más seguro para la eliminación de gérmenes causantes de enfermedades, y la legislación española recoge la práctica de utilizar lejía para la potabilización de agua en su Reglamentación Técnico Sanitaria, Real Decreto 3360 de 1983.
La lejía se ha utilizado también con fines terapéuticos. Sus usos médicos se remontan a principios de 1900, cuando el químico inglés Henry Drysdale Dakin desarrolló la llamada "solución de Dakin", una disolución diluida de hipoclorito de sodio utilizada para la desinfección de heridas, y que se utilizó masivamente durante la primera guerra mundial como antiséptico en hospitales de campaña. En la actualidad, los dentistas siguen usando la solución de Dakin como antiséptico.
Aún hoy en día, para la desinfección de utensilios tan delicados como los biberones y tetinas de lactantes se recomienda el uso de productos con lejía como alternativa de desinfección más segura (el conocido Método Milton).
Finalmente, en un mundo donde la producción y distribución de productos alimentarios se realiza a escala global, la lejía juega un papel fundamental. Se usa como desinfectante en la industria alimentaria, para la desinfección de equipos en industria lácticas, en el lavado de frutas y verduras, y, en general, para la desinfección de cualquier superficie industrial en contacto con alimentos. De esta manera se contribuye a que los alimentos lleguen cada día a millones de consumidores en perfectas condiciones higiénicas.
La lejía se utiliza ampliamente en todos los países del mundo, desde Estados Unidos hasta Vietnam. Los principales consumidores en términos absolutos son, por orden, Estados Unidos, México, El Reino Unido, Brasil, España, Italia, Turquía y Francia.
El consumo de lejía a nivel mundial sigue experimentando un crecimiento neto, liderado en el período 2003-2008 por incrementos de consumo de doble dígito en Latinoamérica, África, Oriente Próximo, Asia y Europa Oriental. Las ventas de lejía en 2008 en todo el mundo se estiman alrededor de 3100 millones de dólares.
En Europa se producen anualmente alrededor de 5 millones de toneladas de lejía, de las cuales aproximadamente una cuarta parte se dedican a uso doméstico. En España, la lejía está presente en el noventa y cinco por ciento de los hogares, y se comercializan cada año más de cuatrocientas mil toneladas de este producto, o lo que es lo mismo, aproximadamente unos veintiséis litros por hogar y año.
En pleno siglo XXI, más de mil millones de personas en todo el mundo siguen tendiendo dificultades para acceder al agua potable. Como consecuencia, se estima que aproximadamente dos millones de personas mueren aún cada año a causa de diarreas agudas ocasionadas por el consumo de agua contaminada por gérmenes, produciéndose la mayoría de las muertes en niños de menos de cinco años.
La Organización Mundial de la Salud recomienda el uso de lejía como método eficaz para la desinfección de agua de bebida en zonas del tercer mundo sin acceso a agua potable. Por un coste de entre 10 y 25 céntimos de euro una familia en estos países puede disponer de agua potable durante todo un mes.
Usadas de forma responsable, las lejías no suponen ningún riesgo para las personas. La lejía no debe mezclarse con ningún producto en su uso en el hogar son su mezcla con productos ácidos (como los productos antical, o el salfumán), y el amoníaco. La mezcla accidental de la lejía con productos ácidos genera vapores irritantes. Apartarse de la zona donde se haya producido el accidente y ventilarla adecuadamente solucionará el problema en pocos minutos. Las etiquetas de los productos comerciales ofrecen siempre información detallada sobre su peligrosidad, y las precauciones a adoptar durante su uso.
Algunas formulaciones más complejas de productos para la limpieza del hogar o el blanqueo de la ropa son susceptibles de producir irritación cutánea si el producto puro está en contacto directo con la piel durante períodos largos de tiempo. Como ocurre con otros muchos productos de limpieza, en el caso de una proyección accidental de producto sobre los ojos, debe procederse a un lavado con agua abundante y acudir a un especialista.
La incidencia de accidentes domésticos por lejías es extremadamente baja. El Servicio de Información Toxicológica Español (SIT) recoge, vía telefónica, más de 130.000 consultas médicas al año sobre intoxicaciones por productos químicos. Tan sólo en unos 200 casos las consultas se refieren a exposiciones a productos con lejía comercializados por Henkel Ibérica en España (datos referidos al 2006). Si comparamos esta cifra con los casi 60 millones de botellas de lejías comercializadas anualmente por Henkel Ibérica, podemos concluir que el uso de estos productos por parte de los consumidores presenta un alto grado de seguridad. Los casos reportados están asociados esencialmente a la ingestión accidental del producto, y en menor grado a salpicaduras en los ojos. En su gran mayoría todos los casos mostraron una sintomatología leve, y no se ha reportado ningún caso de accidente grave.
Es un hecho contrastado que el número de alergias en los países del primer mundo va al alza. Las causas exactas de este incremento todavía son objeto de debate, pero sí que parece probada su relación con la actividad humana en los países desarrollados.
Para los afectados por alergias al polen o los ácaros del polvo, es importante una higiene adecuada de los espacios domésticos. La limpieza frecuente de sábanas, cortinas, fundas de cojín y de sofás para la eliminación de las substancias que pueden desencadenar una reacción alérgica debe ser una práctica común.
En zonas húmedas, la presencia de moho representa un factor de riesgo adicional. Las esporas desprendidas por el moho pueden intensificar brotes de asma y otras enfermedades respiratorias, especialmente en niños. La lejía es el remedio doméstico más eficaz para la eliminación del moho, combinado con unas buenas prácticas de ventilación de los espacios confinados y húmedos.
La lejía es un desinfectante y blanqueador con unas propiedades singulares. Aunque extremadamente eficaz en su empleo para la limpieza y desinfección, se convierte rápidamente en sal común tras su uso, o bien en el sistema de alcantarillado, donde su vida media es de pocos minutos.